lunes, 23 de agosto de 2010

Meeting de Rimini

Entre los pabellones, suena el eco de una canción de amor


En el amor, en la política, en la economía, el hombre busca siempre el infinito. El hecho de que siempre quede insatisfecho demuestra precisamente que este deseo no tiene límites, como han demostrado en el Meeting un banquero y un sindicalista, Corrado Passera y Raffaele Bonanni.
Crecer es un deber. Las reformas son un imperativo para el bien común del país. El trabajo es una prioridad. ¿Qué permite mantener esta tensión infinita, no contentarse? La experiencia demuestra que antes o después el deseo infinito decae, se reduce. El amor se convierte en posesión, la política en conquista y gestión del poder, la economía reduce su objetivo al único fin de hacer dinero. En la experiencia de la que nace el Meeting es Jesús el hombre que, al encarnarse, nos sale al encuentro, mantiene la estatura de nuestros deseos y nos permite vivir a la altura. Nuestro error es un deseo reducido, que se contenta, que usa las cosas (y las personas) por menos de lo que valen. Pero el camino para vivir a la altura del propio corazón es sencillo.

El domingo por la tarde, en la primera jornada del Meeting, al terminar el abarrotado encuentro titulado “En el corazón de la experiencia, renacidos en un encuentro”, sucedió un hecho increíble. Los estudiantes africanos que acababan de contar sus vidas, dramáticas y felices, entonaron un canto alpino. Escuchar a aquel coro negro que cantaba La montanara a tres voces y con los matices adecuados era como escuchar a Reinhold Messner cuando recita a Dante. Algo que no esperabas.
Al preguntarles cómo se les ocurrió, te responden: la oímos y nos gustó. Tan sencillo como dejarse impactar por algo grande y bello, y tan sencillo como seguir esa fascinación. Pero sencillo no significa fácil. Su vida no es algo fácil, todo lo contrario: guerras, pobreza, abandonos, luchas. Pero basta con mirar alrededor, no hay que llegar hasta la maltratada África, ¿quién tiene una vida fácil?
Dios nos quiere tan bien que ha hecho sencilla nuestra estructura humana: está el corazón, está el deseo de felicidad y nuestra capacidad para reconocerla cuando la encontramos. Como los cinco “alpinos de Kireka” que han encontrado a “tía Rose” y, a través de ella, a Julián Carrón. Porque a través de ellos Cristo se hace reconocer.
Este encuentro despierta el corazón, pone en marcha la aventura de la vida y las personas florecen, se apasionan por el estudio, por los amigos, por la realidad entera. “La oscuridad se retira”. “Los fragmentos se reúnen”. “Cada segundo adquiere un valor”. “Lo tengo todo porque he descubierto el secreto de la vida”. “Ya no me siendo huérfano”. Son afirmaciones expresadas con una naturalidad que han conmovido a todos. Hechos que suceden sencillamente, al seguir ciertas relaciones.
Editorial del Quotidiano Meeting

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